Miércoles 21 de Febrero de 2007
Sebastián Cerda / EMOL

Los españoles lograron llevarse una antorcha de plata y otra de oro (aunque en recuerdo de su compatriota Iglesias regalaron esta última a una fan, claro que sin violencia), gracias a su efectiva fórmula de pop enérgico y letras de amor, con el que lograron apelar a los contornos sensibles de un público tan romántico como el viñamarino, sin tocar ni media balada.
Incluso, con temas como "Perdida", dieron cuenta de que son capaces de crear espacios íntimos a través de un romanticismo totalmente electrificado, del que sólo se salieron en la mucho más burda estructura dance de "Pop", aunque ideal para encender quintas vergaras.

A ellos sumaron esta vez los de su disco Guapa (2006), aunque la distinción resulta equivocada en el caso de La Oreja de Van Gogh: sus fans tardan apenas unas cuantas semanas en sumar los nuevos temas a los clásicos de su repertorio, y que es parte de los fenómenos de devoción más recientes que se han visto en la Quinta Vergara, y a los cuales la banda española ya se integró completamente. Y al parecer para largo.
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